En
nuestros viajes, una vez, llegamos a un pueblo casi en ruinas.
Se veía una luz tenue solamente en dos casas. En un pequeño
cuarto había un anciano sentado, limpiando un utensilio.
Se convirtió en
nuestro anfitrión por la noche. Le pregunté la razón de su aislamiento. El
respondió :
— "Todos se han
marchado. Han encontrado sitios más apropiados para sus viviendas. Eran
fuertes y emprendedores. Algo nuevo los atrajo. Pero yo sabía que no existe
nada nuevo en la tierra. Y no quise cambiar el sitio de mi muerte.
Así se marchan
los más fuertes. Los que ya están declinando, esperan la muerte con paciencia.
¿Acaso no es ésta la historia de todas las migraciones, de todas las
empresas."
El tema de las
grandes migraciones es el más fascinante de la historia de la humanidad. ¿Qué
espíritu fue el que movió de esta manera a naciones enteras e innumerables
tribus? ¿Qué cataclismo condujo a las hordas fuera de sus estepas conocidas?
¿Qué nueva felicidad y privilegios vislumbraron en la neblina azul del inmenso
desierto?
Sobre rocas, en
Dardistán, vimos dibujos antiguos. También vimos la misma clase de dibujos en
las rocas cerca del Brahmaputra y también en las del Orkhon, en Mongolia, y en
los túmulos de Minusinsk, en Siberia. Y finalmente, percibimos la misma
psicología creativa en los halristningars de Suecia y Noruega. Más tarde, nos
detuvimos, llenos de admiración, ante los signos poderosos del románico
temprano que encontramos, basado en las mismas aspiraciones creativas de los
grandes migradores. En cada ciudad, en
cada campamento del Asia, intenté descubrir qué recuerdos apreciaba la
memoria popular. A través de estos relatos guardados y preservados, se puede
reconocer la realidad del pasado. En cada destello del folklore, hay una gota
de la gran verdad adornada o distorsionada. No hace mucho éramos demasiado
vanos para apreciar estos tesoros del folklore. "¡Qué podría saber esta gente
inculta!" Pero después nos enteramos de que hasta los grandes Rig-Vedas fueron
escritos sólo en el pasado relativamente reciente, y quizá, durante muchos
siglos, fueron pasando de boca en boca. Pensábamos que la alfombra voladora de
los cuentos fantásticos pertenecía sólo a los niños, pero pronto nos dimos
cuenta de que si bien cada fantasía, en su manera individual, teje una bella
alfombra que adorna la vida, esta misma alfombra lleva las huellas de la gran
realidad del pasado.
Entre las
innumerables leyendas y cuentos fantásticos de diversos países, se pueden
encontrar los relatos de tribus perdidas o habitantes subterráneos. En amplias
y diversas direcciones, las personas hablan de hechos idénticos. Pero al
correlacionarlos, enseguida se puede ver que éstos son sólo capítulos de la
misma historia. Al principio, parece imposible que exista cualquier conexión
científica entre estos susurros distorsionados bajo la luz de las hogueras del
desierto. Pero después comenzamos a captar la peculiar coincidencia en estas
múltiples leyendas narradas por pueblos que hasta ignoran sus propios nombres.
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Reconocemos la
misma relación en los folklores del Tíbet, Mongolia, China, Turkestán,
Cachemira, Persia, Altai, Siberia, los Urales, Caucasia, las estepas rusas,
Lituania, Polonia, Hungría, Alemania, Francia; desde las montañas más elevadas
hasta los océanos más profundos. En la región de Turfan se oyen relatos
maravillosamente elaborados. Te cuentan cómo un tirano persiguió a una tribu
sagrada y cómo el pueblo, no queriendo someterse a la crueldad, se encerró en
montañas subterráneas. Hasta te preguntan si quieres ver la entrada de la
cueva a través de la cual huyó el santo pueblo perseguido.
En Kuchar se
habla del Rey Po-chan, soberano de los tokhars que, cuando se acercaba el
enemigo, desapareció con todos los tesoros de su reino, dejando tras de sí
sólo arena, piedras y ruinas.
En Cachemira
hablan de la tribu perdida de Israel; algunos rabinos cultos quizá te
expliquen que Israel es el nombre de aquellos que están buscando y que
constituyen, no una nación, sino la naturaleza de un pueblo. En conexión con
estas creencias, te enseñan en Srinagar la tumba del Santo Issa: Jesús.
También se puede oír una historia elaborada de cómo el Salvador fue
crucificado pero no murió y sus seguidores se llevaron el cuerpo del sepulcro
y desaparecieron. Se dice que Issa se recuperó y pasó el resto de su vida en
Cachemira predicando el mismo evangelio. Se dice que en esta tumba
subterránea, se perciben diversas fragancias. En Kashgar, te enseñan la tumba
de la Virgen María, donde la Santa Madre de Issa huyó tras la cruel
persecución de su hijo. Por todas partes, se oyen historias diferentes de
viajes y movimientos de gran significado. Avanzar con la caravana proporciona
el mayor placer y la mayor educación. Desde Turfan también llega el agradable
relato de cómo los jóvenes son enviados en largos viajes como si fueran
peregrinajes, para adquirir el mejor conocimiento de otras tierras.
Cada entrada de
una cueva sugiere que ya ha entrado alguien allí. Cada arroyo, en especial los
subterráneos, atrae nuestra fantasía hacia los pasajes subterráneos. En muchas
partes del Asia Central hablan de los agharti, el pueblo subterráneo. En
numerosas y bellas leyendas resumen la misma historia de cómo los mejores
abandonaron la tierra traicionera y buscaron la salvación en regiones ocultas,
donde adquirieron nuevas fuerzas y conquistaron poderosas energías.
En los Montes
Altai, en el magnífico valle elevado de Uimon, un venerable Viejo Creyente (starover)
me dijo:
— "Te
demostraré que el relato sobre los Chud. lo. habitantes subterráneos, no es
una fantasía. Te conduciré hasta la entrada del reino subterráneo."
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En el camino a
través del valle rodeado de montañas nevadas, nuestro anfitrión nos contó
muchos relatos sobre los Chud. Es notable que "Chud", en ruso, tenia el mismo
origen que la palabra "maravilla". De modo que quizá podamos considerar a los Chud una tribu maravillosa. Mi guía barbado contó cómo "una vez, en este
fértil valle, vivió y floreció la poderosa tribu Chud. Sabían cómo explorar el
terreno en busca de minerales y cómo segar la mejor cosecha. Esta tribu era
muy pacífica e industriosa. Pero entonces vino un Zar Blanco con hordas
innumerables de guerreros crueles. Los pacíficos e industriosos Chud no
pudieron resistir los ataques de los conquistadores y, no queriendo perder su
libertad, permanecieron como siervos del Zar Blanco. Entonces, por primera
vez, comenzó a crecer un abedul blanco en esta región. De acuerdo con las
profecías, los Chud supieron que era el momento de su partida. Y los Chud, no
queriendo permanecer sometidos al Zar Blanco, se marcharon bajo la tierra.
Sólo a veces se puede oír cantar al pueblo sagrado; ahora sus campanas
resuenan en los templos subterráneos. Pero llegará el glorioso momento de la
purificación humana, y en esos días, los grandes Chud volverán a aparecer en
toda su gloria."
De esta manera
concluyó el Viejo Creyente. Nos aproximamos a una baja colina rocosa. Con
orgullo me enseñó:
— "Aquí
estamos. He aquí la entrada del gran reino subterráneo. Cuando los Chud
entraron en el pasaje subterráneo, cerraron la entrada con piedras. Ahora nos
encontramos junto a esta sagrada entrada."
Estábamos
delante de una enorme tumba rodeada de piedras grandes, tan típicas del
período de las grandes migraciones. Vimos estas tumbas, con los bellos restos
de reliquias góticas, en las estepas de la Rusia meridional, a los pies de las
colinas del Caucaso septentrional. Al estudiar esta colina, recordé que
durante nuestro cruce del paso del Karakorum, mi guía, que provenía de Ladak
me había preguntado:
— «¿Sabe por
qué hay una meseta tan peculiar aquí? ¿Sabe que en las cuevas subterráneas de
aquí hay muchos tesoros ocultos y que en ellas vive una maravillosa tribu que
aborrece los pecados de la tierra?»
Y nuevamente,
cuando nos acercamos a Khotán, los cascos de nuestros caballos sonaban huecos,
como si cabalgáramos sobre cuevas o vacíos. La gente de nuestra caravana
atrajo nuestra atención hacia ello, diciendo:
— «¿0ís qué
pasajes subterráneos estamos cruzando? A través de estos pasajes, aquellos que
los conocen bien pueden llegar a tierras lejanas."
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Cuando vimos
entradas de cuevas, los hombres de nuestra caravana nos dijeron:
— «Hace mucho
tiempo, había personas que vivían allí; ahora se han ido al interior. Han
encontrado un pasaje subterráneo que conduce al reino subterráneo. Solo en
raras oportunidades aparecen algunos de ellos otra vez sobre la tierra. Estas
personas llegan a nuestro bazar con dinero extraño, muy antiguo, pero nadie
sería capaz de recordar la época en que ese dinero se usó aquí.»
Les pregunté si
también nosotros podríamos ver a estas personas. Y ellos respondieron:
— «Sí, si
vuestros pensamientos son igual de elevados y están en contacto con este
pueblo sagrado, pues en la tierra sólo hay pecadores y las personas puras y
valerosas pasan a algo más bello.»
Grande es la
creencia en el Reino del pueblo subterráneo. A lo largo de toda Asia, a través
de los desiertos, desde el Pacífico hasta los Urales, se puede oír el mismo
relato maravilloso del pueblo sagrado desaparecido. Y aún más allá de los
Montes Urales, podrá oírse el eco del mismo relato. Muchas veces, se oye
hablar sobre las tribus subterráneas. En ocasiones, se dice que un pueblo
sagrado invisible vive detrás de una montaña. Unas veces, se expanden sobre la
tierra gases venenosos o vitalizantes, para proteger a alguien. Otras, se oye
cómo se mueven las arenas del gran desierto y revelan, por un instante,
tesoros de las entradas de reinos subterráneos y que bellísimas princesas en
una época ocuparon estos castillos naturales.
Desde la
distancia se puede tomar estas aberturas por nidos de águilas, pero todo lo
que pertenece al pueblo subterráneo está oculto. A veces, la Ciudad Sagrada
está sumergida, como en el folklore de los Países Bajos y Suiza. Y existen
folklores que coinciden con verdaderos descubrimientos en los lagos y a lo
largo de las costas del mar. En Siberia, en Rusia, Lituania y Polonia, hay
muchas leyendas y cuentos fantásticos de gigantes que vivieron en otras épocas
en estos países pero que después, al no gustarles las nuevas costumbres,
desaparecieron. En estas leyendas, se puede reconocer los orígenes específicos
de los antiguos clanes. Los gigantes son hermanos. Con mucha frecuencia, las
hermanas de los gigantes viven en las otras orillas de los lagos o del otro
lado de las montañas. Muchas veces no les gusta moverse del sitio pero algún
acontecimiento especial les obliga a irse de su morada patrimonial. Cerca de
estos gigantes siempre hay aves y animales; como testigos, los siguen y
anuncian su partida.
Entre las
historias de las ciudades sumergidas, la de la ciudad de Kerjenetz, en la
región de Nijni Novgorod, posee una soberbia belleza. Esta leyenda tiene tanta
influencia sobre las personas que aun ahora, una vez al año, numerosos
creyentes se reúnen en una sagrada procesión alrededor del lago, donde se
sumergió la ciudad sagrada. Es conmovedor ver qué vitales son estas leyendas,
vitales como las hogueras y antorchas de la procesión misma, que resuena con
canciones sagradas acerca de la ciudad. Después, en completo silencio,
alrededor de las hogueras, estas personas esperan y están atentas a las
festivas campanas de las invisibles iglesias.
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Esta procesión
recuerda al festival sagrado en el Lago Manasarowar, en los Himalayas. La
leyenda rusa de Kerjenetz es atribuida a los tiempos del yugo tártaro. Se
cuenta que cuando las victoriosas hordas mongoles se acercaron, la antigua
ciudad rusa de Kerjenetz fue incapaz de defenderse. En aquel momento, todo el
pueblo sagrado de esta ciudad se dirigió al templo y oró por su salvación.
Entonces, ante los mismísimos ojos de los les conquistadores, se hundió la
ciudad solemnemente en el lago, que de allí en adelante fue considerado
sagrado. Si bien la leyenda habla de la época del yugo taártaro, se puede
percibir que las bases esenciales de esta son mucho más antiguas y se pueden
distinguir las huellas de los efectos típicos de la migración. Esta leyenda no
sólo dio origen a muchas variantes, sino que hasta inspiró a muchos
compositores y artistas modernos. Todos podemos recordar la bellísima ópera de
Rimsky-Korsakoff, La ciudad invisible de Kitesh.
Las
interminables kurgans de las estepas meridionales conservan numerosas
historias al respecto de la aparición del guerrero desconocido, proveniente
nadie sabe de dónde. Los Montes Cárpatos, en Hungría, poseen muchas historias
similares de tribus desconocidas, guerreros gigantes y ciudades misteriosas.
Si, pacientemente, señalamos en nuestro mapa, sin prejuicio, todas las
leyendas e historias de esta naturaleza, nos sorprenderemos. Cuando juntamos
todos los cuentos fantásticos de tribus perdidas y subterráneas, ¿no tendremos
ante nosotros un mapa entero de grandes migraciones? Un viejo misionero
católico nos dice casualmente que el sitio de Lhasa a veces se llamó Ghota. En
los Transhimalayas, a alturas de 4.500 ó 4.800 metros, encontramos varios
grupos de menhires. De estos menhires, en el Tíbet, nadie sabe nada. Una vez,
después de un día entero de viaje a través de las estériles colinas y rocas de
los Transhimalayas, vimos, a distancia, algunas tiendas negras dispuestas para
nuestro campamento. Al mismo tiempo, notamos, no lejos de la misma dirección,
aquellas piedras alargadas que son tan significativas para todos los
arqueólogos. Aun desde lejos, se podía distinguir el peculiar diseño de su
disposición.
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— "¿Qué clase
de piedras son aquéllas, en las laderas?"
Preguntamos a
nuestro guía tibetano.
— "Ah —
contestó —, son Doring, piedras alargadas; éste es un antiguo lugar sagrado.
Es muy útil poner grasa en las cabezas de las piedras. Entonces, las deidades
de este sitio ayudan a los viajeros."
— "¿Quién puso
estas piedras juntas?"
— "Nadie lo
sabe. Pero desde épocas antiguas esta zona ha sido llamada Doring, piedras
largas. Las personas dicen que gentes desconocidas pasaron por aquí hace
mucho."
A través del
relieve de los Transhimalayas, vimos con toda claridad las extensas hileras de
piedras verticales. Estos pasillos terminaban con un círculo con tres piedras
altas en el centro. La dirección de toda la figura era de oeste a este.
Después de
acampar, nos dirigimos aprisa a este sitio. Y con toda la evidencia ante
nosotros, nos dimos cuenta de que aquí había un típico menhir, como el que dio
gloria al campo de piedras de Carnac. En las laderas circundantes no había
objeto alguno. No muy lejos del menhir se hallaba la huella de un pequeño río,
temporalmente seco. No se permitía hacer ninguna excavación gracias al
estúpido prejuicio de los tibetanos que inventaron la historia de que Buda
prohibió que tocaran la tierra. Pero no hacía falta ninguna excavación para
reconocer la típica construcción druídica transportada con tanto cuidado desde
las costas del océano... "Los más fuertes han pasado por aquí y han encontrado
los sitios más apropiados."
Durante los
siguientes cuatro días encontramos otros cuatro grupos de menhires. Algunos de
ellos tenían los mismos pasillos de piedra, más bien largos; otros se
componían sólo de varias piedras alargadas rodeadas de otras más pequeñas.
Cuando nos aproximamos a los pasos altos antes del Brahmaputra, no vimos más
de estas construcciones. En conexión con estos antiguos santuarios encontramos
varias tumbas, un cuadrado formado por enormes piedras. Otra vez se revelaba
una completa repetición de las de Altai y el Cáucaso. Ante mí, desde el mismo
lugar, hay una fíbula característica: el águila bicéfala. Conocemos el mismo
diseño por las tumbas del Cáucaso septentrional. Delante de mí hay espadas
tibetanas, exactamente como las de las tumbas góticas. Las mujeres de la misma
región usan el tocado como el de los pueblos eslavos, el llamado Kokoshnik.
A medida que
viajamos a través de las cimas elevadas del Tibet con su frío y huracanes
insoportables, a medida que distinguimos estos salvajes tibetanos en desechas
pieles, que devoran carne cruda, nos sentimos profundamente sorprendidos
cuando por el gorro de piel asoma lo que al parecer es el rostro de un
español, un húngaro o un francés del sur. Es verdad, tienen las facciones
distorsionadas, pero no tienen relación con el tipo mongol o chino. Sólo se
pueden relacionar con los europeos. También podemos imaginar que el pueblo
mejor y más valiente se ha marchado a alguna parte y ahora tenemos delante de
nosotros sólo a algunos restos pobres y degenerados.
Al observar los
crueles glaciares de los Transhimalayas, el terreno estéril, las rocas yermas,
donde hasta los animales son escasos, donde hasta las águilas sólo se ven en
contadas ocasiones, podemos comprender que los pueblos se hayan visto
obligados a marcharse y que, desde las altas montañas, hayan alcanzado las
expansiones de los futuros desiertos. Pero sus espíritus no quedaron
satisfechos. Echaban de menos las montañas. Así fue cómo los Montes Altai les
brindaron la ilusión temporal de una anhelada felicidad. Pero los glaciares de
los Altai estaban demasiado cerca de ellos; sólo ahora están comenzando a
retroceder, pues los científicos han estimado que la recesión de los glaciares
ha sido de unos 7,5 metros durante los últimos treinta años. Una nueva y
fértil zona de vivienda para los valerosos viajeros había de encontrarse en el
Cáucaso septentrional y en la península de Crimea. Una vez más, las montañas
les permitieron tener un espacio para respirar. Sin embargo, ya no deberían
combatir contra los glaciares. El largo viaje fue recompensado. ¿Por qué,
entonces, no intentar ir más lejos? Los Montes Cárpatos también eran
tentadores; de modo que los peregrinos llegaron hasta las mismísimas orillas
del océano. Y recordaron todos los signos sagrados de su extenso viaje. Por
esta razón, apreciamos tanto los menhires y el Stonehenge de Bretaña y las
Islas Británicas. No podemos hacer declaraciones de finalidad, cada finalidad
es una conclusión y las conclusiones significan la muerte. En amplias
decisiones, en amplias expectativas y búsqueda, nos alegra añadir más perlas
al collar de la investigación.
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Cuando me
preguntaron:
— "¿Por qué te
regocijas tanto con estos menhires?"
Yo respondí:
— "¿Porque mi
mapa de cuentos fantásticos se vio comprobado. Cuando en Carnac sostienes en
una mano el extremo de una cuerda encantada, ¿no es una alegría encontrar el
otro extremo en los Transhimalayas?"
Puede que
alguien sostenga que quizá los constructores de los menhires llegaron a los
Transhimalayas de alguna parte y que los Transhimalayas, de esta manera,
pueden haber sido su lugar de detención, pero no su morada original. Por lo
tanto, cuantas menos conclusiones definidas formemos y cuanto menos esperemos,
tanto mejor para el futuro.
— "¿Pero estás
seguro de que las personas de quienes hablas son los llamados godos?"
— "Para mí no
tiene importancia cómo se llamen, si fueron los antepasados de los godos o sus
descendientes. ¿Acaso éstos fueron vínculos profundos con las tribus celtas o
alanas o escitas? Alguna otra persona deberá hacer estos escrupulosos
cálculos. Pero me regocijo ante el hecho de que en las cimas de los
Transhimalayas he visto la personificación de Carnac. No insisto en las
nomenclaturas, pues las nomenclaturas superficiales han cambiado con mucha
frecuencia ante mis propios ojos, y muchas veces un así llamado hecho ha sido
falsificado con toda facilidad por períodos de aproximadamente mil años. Nunca
olvidaré mi sorpresa cuando, al excavar un kurgan que en ese momento se había
definido como característico de un período no posterior al siglo X, encontré
en las manos del esqueleto una moneda del siglo XIV. ¡Así son las
fluctuaciones!
Los pueblos
determinan estos problemas con mayor simplicidad: para ellos, todo lo que ha
desaparecido, se ha marchado al interior de la tierra."
Cuando
preguntamos a nuestro centenario abuelo sobre el carro cubierto de su
juventud, con toda certeza muchas cosas de una manera fantástica. Pero siempre
se revelarán algunas verdades. Cuando preguntamos a las personas sobre sus
antepasados, todavía son capaces de contarnos cosas, quizá hasta nos canten
canciones de una gran verdad.
Desde tiempos
antiguos, las viejas leyendas tibetanas han atraído la atención hacia los
menhires y dólmenes de origen desconocido. La memoria del pueblo tibetano
recuerda a estos Grandes Viajeros de la siguiente manera:
"De la lejana
India partieron dos príncipes y dirigieron sus pasos hacia el norte. En el
camino, uno de los príncipes murió y su hermano honró su memoria erigiendo
sobre él una resplandeciente morada de enormes piedras. Y él mismo continuó su
largo camino hacia las tierras desconocidas."
¡Así es cómo se
conocen los recuerdos de los pueblos!
Tangoo, 1928
...extraido de Altai Himalaya
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